martes, 12 de octubre de 2010

Visita a la IERD La Esperanza, Vergara (Cundinamarca)



Debo confesar que antes de que Paola Rodríguez me comunicara que esta visita la haríamos las dos, no conocía nada sobre el municipio de Vergara. Antes de entrar en contacto directo con Clara Isabel Chavarro, la rectora de la IERD La Esperanza, me comuniqué con Samuel Gómez, de la Federación de Cafeteros (institución que ha brindado un gran apoyo al desarrollo de las TIC en La Esperanza), para que me diera orientaciones sobre cómo llegar. Desde Bogotá era necesario tomar una flota hacia el municipio de Vergara. Antes de llegar allí y después de pasar por Nocaima, había que bajarse en el cruce de Chonte Grande. Era indispensable haber preparado con anterioridad el desplazamiento desde ese cruce hasta la IE, pues el transporte público en esa dirección no es frecuente.


Con esta información inicié el contacto con la rectora. Primero nos pusimos de acuerdo sobre la fecha de la visita y la agenda de lo que haríamos durante la misma. Generalmente cuando planeamos las visitas, programamos para el final la reunión con los padres de familia. En esta oportunidad tuvimos que invertir el orden. Los padres sólo pueden venir al inicio del día y después se van a sus labores del campo; después entrevistaríamos a los estudiantes; y por último, docentes y rectora. Muy amablemente Clara Isabel me ofreció que ella se encargaría de asegurarnos el transporte desde el cruce de Chonte Grande hasta la IE.
Se llegó el día fijado, miércoles 6 de octubre. Gran madrugada. A las 5:30 am me encontré con Paola cerca de la Terminal de Transporte de Bogotá, y a las 6:00 am ya estaba arrancando la flota. El día estaba gris y lluvioso. Era una mañana fría. Después de aproximadamente dos horas de trayecto llegamos a la Vega y de ahí en adelante el camino se convirtió en un enmarañado recorrido de curvas. Cuando el bus llegó a Nocaima hice la llamada acordada. Más o menos después de media hora más de curvas cada vez más intensas, llegamos al cruce de Chonte Grande. Allí se abría un camino sin pavimento y en una pequeña tienda recuperamos fuerzas con una bebida y unas galletas. Pasados unos minutos llegó el campero verde que nos llevó hasta la IERD La Esperanza. Estábamos ante una construcción sólida en donde la guadua y cemento se mezclan en un edificio funcional que armoniza con el ambiente rural. Luego nos contarían que esta sede la estrenaron comenzando este año y que la financiación de la construcción contó con muchos apoyos importantes, entre los que se destaca el de la cooperación inglesa.


Clara Isabel nos estaba esperando. Los padres ya estaban en el auditorio. Cuando comenzamos la charla con ellos rápidamente nos dimos cuenta de que no tenían claro el motivo de la reunión ni estaban muy enterados del desarrollo de la experiencia Uno a Uno. En esta IE los computadores classmate llegaron en enero y hasta el momento no se ha dado el paso de que los estudiantes los lleven a la casa. Paola tuvo que modificar un poco “el guión” de este encuentro. Mientras yo pasaba las listas recogiendo las autorizaciones para la publicación de fotos de los estudiantes, ella comenzaba por aclarar y reforzar la información de lo que se estaba haciendo con los computadores en esa institución educativa y de la razón de nuestra presencia allí.
Cuando terminamos el encuentro con los padres, y mientras llegaban los estudiantes al auditorio, continuamos el recorrido por las instalaciones del colegio, y nos iban contando la distribución de los computadores. De grado cero a once, todos los estudiantes tienen acceso a un computador. Si bien no hay tantos computadores como estudiantes, cada docente tiene asignados 15, y hacen las rotaciones o “préstamos” que sean necesarios entre ellos para que todos los estudiantes puedan seguir sus clases con el computador. Los docentes todavía están en proceso de formación. De hecho, durante la semana de receso tendrán un proceso intenso de capacitación por parte de la Federación de Cafeteros.


La entrevista a los estudiantes se realizó en dos partes. Primero los más pequeños y luego los mayores. Un poco tímidos al comienzo, poco a poco fueron entrando en confianza. No ha pasado un año todavía desde que los computadores llegaron a las aulas y los estudiantes hablan como si hubiera pasado mucho tiempo. Al comienzo todo era fabuloso. Después ya no tanto. El antes y el después está marcado por las dificultades para lograr la conectividad. Parece que al comienzo eso funcionó bien y el acceso a internet era permanente. Sin embargo, el ancho de banda siempre fue reducido y la comunicación era muy lenta. Ahora los computadores son muy chéveres pero les hace mucha falta la conexión a internet. Parece que el gusto por la investigación ha crecido en paralelo al gusto por participar en redes sociales como el Facebook.
Así va pasando la mañana, el cielo no acababa de despejar, y aunque la temperatura había subido un poco, el clima era muy suave. Terminar la jornada con los docentes. Para que ellos estubieran disponibles debimos esperar hasta que las clases terminaron y los estudiantes se fueron a sus casas. Llegado el momento nos dispusimos en una terracita junto al auditorio; al fondo teníamos la brisa y la música que salía de una tienda cercana. Con ese paisaje y ese entorno costaba trabajo asimilar que estábamos en una escuela rural en un día laboral; era fácil cerrar los ojos e imaginar una piscina continua a la terraza. Definitivamente ese entorno de vocación agrícola y cafetera es amable y apacible.


Los docentes en su conjunto son inquietos y curiosos; quieren saber más sobre lo que está pasando en el resto del país con experiencias de este tipo. Consideran que en un entorno de trabajo de escuela nueva, la posibilidad de que cada estudiante cuente con un computador les ha permitido adelantar actividades de una forma más personalizada y les ha facilitado seguir de forma individual el proceso de cada uno. A pesar de que esto lleva poco tiempo, ya se pueden apreciar efectos más allá del aula. Particularmente los estudiantes que vienen de otros colegios aprecian mucho tener los classmate y eso se convierte en un factor para querer quedarse en este colegio. Éste es sólo un ejemplo de varios que nos citan. La innovación está cambiando hábitos, no sólo en los estudiantes. Este año, estimulados por la llegada de los classmate, casi todos los docentes decidieron comprar computador y están buscando más información sobre usos y recursos de esta herramienta para el desarrollo de sus clases.

Pasadas las dos de la tarde nos despedimos de los docentes. Clara Isabel, siempre hospitalaria, cierra el colegio y nos acompaña hasta una casa vecina en donde nos están esperando con el almuerzo que ella había encargado para nosotras. Al terminar, el campero verde nos recoge, nos lleva a Vergara y nos deja en la estación de la flota. Así dejamos atrás a esta institución educativa que hasta hace pocos meses se definía por su vocación agrícola y que ahora adelanta todo su trabajo con el tamiz de las TIC.

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